Descolonizar nuestra teoría y praxis económica y sus consecuencias traumáticas en los Derechos Humanos
por Marcelo Lobosco Filosofo del derecho Especialista en Políticas Educativas en Filosofía Université de Paris 8, Francia Universeit de Ghent,Belgica LUX MUNDI de NIX RUO Acrílico sobre lienzo de 100 x 100 cm Los núcleos ético-míticos decimos con Ricœur son los núcleos portadores de los basamentos de una cultura nacional. Son los núcleos creadores de la identidad de un pueblo, de una etnia, de una nación. Estos núcleos pueden estar tematizados, asumidos, recuperados y objetivados socialmente o, como afirmamos anteriormente, pueden ser censurados, prohibidos, negados, alienados, consciente o inconscientemente, en la capa más profunda de una identidad histórico-social. De lo que se trata es de pensar la cartografía de este deseo que tantas dificultades de proceso de metabolización histórica nos ha traído. Creemos que la memoria políticamente hace referencia al doloroso pasado reciente. Pero, considerado filosóficamente, hunde sus raíces en un pasado más remoto, que tiene su origen en las praxis instituyentes dadoras de sentido. La memoria tiene un nudo que la vincula a los núcleos ético-míticos, creadores de cultura. Cuando hacemos referencia al concepto de memoria los argentinos, los latinoamericanos, aludimos al pasado reciente. Pero si profundizamos la mirada y leemos filosóficamente, debemos meternos en los núcleos ético-míticos que tienen un nudo con la memoria en las praxis originarias instituyentes. Entiendo por praxis instituyente, con Castoriadis, las prácticas que instituyen, regulan sentidos en los ordenan la lógica social, que generan significaciones imaginarias del mundo histórico-sociales. Pero esta praxis instituyente requiere, al decir nuestro filósofo y Psicoanalista Castoriadis, la institución social del tiempo; no debe hacerse desde una lógica conjuntista-identitaria, es decir, desde una lógica que en la dialéctica de lo mismo y lo otro subsuma , reduzca la diferencia del otro y no la recupere. Pues la historia es alteridad-alteración. Nuestros postulados parten de esta recuperación de lo propio, pero, teniendo en cuenta la negatividad hegeliana, resignificaremos los conceptos de ciencia y tecnología sedimentados en el mundo de la vida en una interpretación que va más allá del pasado inmediato. Finalmente, es relevante recobrar las huellas de nuestra historia cultural, de nuestro pasado traumático, en lo político pero también en lo económico, de nuestro sí mismo económico y del otro a los efectos de recuperarnos como comunidad, como pueblo, como nación. No puede ser que tomemos conciencia de las crisis políticas, cuestión que ha sido muy importante en la defensa de los derechos humanos, y en la memoria colectiva, para recuperar el sentido para nuestras acciones, pero que no consideremos las crisis que tenemos cada siete o diez años en el área económica, como elemento traumático en las psiquis de nuestros conciudadanos. Esto implica dificultades para tener un país previsible para nosotros y para los otros. Las crisis devastadoras a los derechos humanos fueron y son tomadas en cuenta por el Estado y la sociedad civil. Pero las crisis económicas también tienen efectos traumáticos en nuestras identidades como pueblo y eso, según nuestra perspectiva, debiera ser un derecho humano a considerar por los agentes públicos, nuestros estrategas políticos y nuestros empresarios, para no estar siempre dependiendo del crédito de los organismos multilaterales, como cuando adviene un gobierno neoliberal, y hacer hegelianamente unidad de las diferencia, integración simbólica en términos de Paul Ricœur y no diferencias de la unidad. Como decía Umberto Eco (2019: 14) en respuesta a un taxista: “Los italianos no tienen enemigos externos y en todo caso, no logran ponerse de acuerdo en quiénes son, porque siempre están en guerra entre ellos”. ¿No será esa una de las variables de los argentinos? Digo una de las variables, porque siempre las variables son muchas. Y el elemento cultural (entiendo como representaciones sociales de nosotros y los otros) juega un papel preponderante. Por eso nuestra utopía es la de descolonizar nuestra praxis, como hacen los países desarrollados, que cuidan sus intereses históricos y a sus ciudadanos, más allá de las diferencias ideológicas, respetables entre ellos. Pues de lo que se trata es de dar un sentido a nuestra praxis histórica individual y colectiva.
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