Congreso Aiemper, Canada. "Corporalidad, representación y creación de sentidos"

Claudia Ábalos, Marcelo Lobosco

Doctoranda  y Filosofo del Derecho
Psicóloga vincular-Experto en Pol. Educativas            
en  Filosofía                        


Para este análisis nos situamos en nuestros diferentes recorridos conceptuales, en la renovación de los estudios fenomenológicos con injerto de la Hermenéutica, en el criticismo kantiano, en los estudios hegelianos, en los desarrollos estructuralistas y posestructuralistas. También partiremos de los desarrollos psicológicos y psicoanalíticos de la teoría de la vincularidad, las nociones ligadas a lo corporal, la influencia de la psicología institucional-social, los desarrollos sobre la integración de lo social, la espiritualidad y la psicología.

La tradición conciencialista, en su apreciación de la corporalidad, ha sido una impronta muy importante en el campo de la antropología como visión del hombre, cuestión que comenzó a resquebrajarse en la Viena del siglo xix, con Freud y su mirada sobre los fenómenos del inconsciente, la sexualidad y los síntomas histéricos ligados a la conversión del órgano. 

A estos hallazgos se sumaron las investigaciones de Wittgenstein en cuanto a los usos del lenguaje, proponiendo nuevas interpretaciones del lenguaje, y al aporte estético del novelista Robert Musil, que pinceló al hombre como una pura máscara en su novela El hombre sin atributos.
Esta convocatoria, nos sugiere diversas elucidaciones: nos preguntamos qué es la carne, qué es el movimiento, qué es la textualidad de la acción del verbo. Y, con ello, nos cuestionamos desde dónde lo leemos: si desde la tradición de la Torah hebraica, el acontecimiento cristiano o la tradición griega. Jager ya nos había advertido acerca de las diferentes perspectivas para leer los fenómenos: Pablo de Tarso, aquel que perseguía a los cristianos y que era un judío culto es decir, pensaba con categorías griegas aún después de su conversión– nos demuestra la posibilidad de diferentes interpretaciones y cosmovisiones sobre un mismo acontecimiento.
Y la carne se hizo verbo, pensar en la carne nos lleva a pensarla como una porción de materia, un territorio de marcas, la vía regia de la expresión del afecto, el escenario de diversos atravesamientos sociales. La carne, conjunta- mente con la psique y con su soplo vital, es cuerpo en movimiento capaz de producir acciones, hacer síntomas, generar vida, trascender y crear.


Cuando hablamos del cuerpo no lo vamos a hacer desde la dicotomía cartesiana cuerpo-alma o desde el soma médico, como un conjunto de órganos; lo vamos pensar como anclaje de los procesos de subjetivación, como movimiento, pulsión y apoyatura del deseo, como soporte del vínculo en su expresión de relaciones individuales, lazo social, como creado-creador y como ligadura con lo trascendente. Es, en este proceso, que la carne se transforma en cuerpo.

Cuando hablamos de la corporalidad nos referimos a un entrama- do, a un conjunto de significaciones, donde carne, percepción, imagen, representación social y espiritual adquieren significado, diferentes volúmenes y texturas diversas.


«Mujer en cuclillas»,  Rodin. 1897



La corporalidad, entonces, desde esta perspectiva, es un texto, un lenguaje en el que se enlazan, despliegan, producen y crean sentidos: el lenguaje del cuerpo va armando y deslizando diferentes contradicciones. Las palabras y los gestos nombran e intentan ocultar lo que el cuerpo muestra en forma de presencia sigilosa, a veces, desbordando hacia el afuera emociones y significaciones que se ocultan en diferentes mascaras. 

En cuanto a lo constitutivo, el cuerpo en movimiento, con su impulso vital, da cuenta de procesos primordiales perceptivos-reflexivos que nos remite a los orígenes, a las marcas originarias en cuanto a la constitución de la subjetividad. El psiquismo funda la carne en cuanto corporalidad y, a su vez, el cuerpo es apoyatura de los procesos fundantes del psiquismo –en tanto núcleos identitarios individuales no sustancial y de los lazos vinculares. Desde el comienzo, el cuerpo esta signado por el movimiento y esto adquiere una gran importancia en relación al ámbito de lo representacional y al vínculo con la alteridad. Este movimiento vital da cuenta de un programa de acción hacia donde se dirige la intencionalidad en su doble aspecto, el de la conciencia y el de la lógica del inconsciente, que logra establecer un núcleo subjetivo y una trama relacional.

        
        El cuerpo en movimiento aparece, originalmente, como escenario del proceso perceptivo-reflexivo en sus diferentes aspectos, enlazando sensaciones cenestésicas (ver, oír, tocar, gustar) con impresiones afectivas junto con el rudimento del razonamiento presente desde los orígenes. El cuerpo con su impulso vital aparece como un criterio ordenador del universo material en términos humanos al permitir, transformar y crear una nueva realidad tanto psíquica como social. Este movimiento vital propicia el encuentro como acontecimiento inaugural que constituye el núcleo irreductible individual y arma el vínculo.


En este acontecimiento inaugural, lo perceptivo tiene un papel primordial que, como actividad psíquica, va dando lugar a las representaciones mentales, a las fantasías, que adquieren configuración de imágenes. El infans va configurando la imagen de su cuerpo en especularidad con los otros y consigo mismo; en este juego identificatorio, el reflejo logra una representación del propio cuerpo. Este desarrollo es descripto por el psicoanálisis como el estadio del espejo, el niño en este proceso especular, reflexivo, va configurando la imagen de su cuerpo como momento clave de la formación de su crecimiento. La imagen corporal es la posibilidad que tiene el ser humano de poder representar el propio cuerpo y esta imagen está conformada por un itinerario, la historia personal en sus diferentes momentos constitutivos, por el contexto familiar y social. 


Es un proceso en constante transformación, supone las huellas del pasado, el presente, lo consciente e inconsciente.
“La imagen corporal es el anclaje subjetivo de la corporalidad don- de se haya impreso «lo propio», [...] por ejemplo, mi dolor [...]. Estas imágenes van conformando un mapa del cuerpo que destaca sus mar- cas, sus huellas, como una guía de bolsillo que guarda las señales de la propia ruta vital” (Matoso, 2011: s/d). 


La representación de la imagen corporal es síntesis y memoria inconsciente de nuestras vivencias; representa las emociones, lo orgánico-pulsional, las percepciones, los vínculos, el contexto y lo social. Estas marcas o atravesamientos constituyen la corporalidad.
En este sentido, podemos decir que el cuerpo es el territorio donde se devela la imagen del sí mismo, el escenario del encuentro con el otro y con los otros, el espacio productor de acciones y sentidos en el conjunto social.
Y el Verbo se hizo carne
Este presente histórico-social nos revela nuevas formas de control del cuerpo. Existe un entramado corporal donde se instituyen nuevas significaciones imaginarias comunes entre los miembros de una sociedad que se guía por percepciones, representaciones, imágenes del otro desde categorías a través de categorías virtuales (redes sociales, mp3, mp4, páginas web, tabletas, blogs, etc.) y nos preguntamos cuál es el lugar del cuerpo en estas prácticas virtuales, qué hace cuerpo, cuál es la apoya- tura del otro en estos modos de vinculación. ¿La tecnología reemplaza el cuerpo-vínculo, el lazo social, la textura de la acción comunitaria?



El entramado social devela un entramado corporal donde se instituyen nuevas significaciones imaginarias, el cuerpo virtual, el cuerpo violentado, el cuerpo como objeto de consumo, el cuerpo perverso que no envejece ni enferma, el cuerpo que hace síntoma por la fractura del lazo y la desconfianza social.


Estamos rodeados de ficciones que nos hacer suponer que nos defienden del ataque a la integridad física e integral, en este sentido, la tecnología no es neutral, existen edificios inteligentes controlados por un GPS satelital, barrios cerrados, una democracia que genera violencia física, marginados y excluidos del sistema: de un lado, bien diferenciados, los cuerpos incluidos bellos y, del otro lado, los cuerpos excluidos, malolientes, deshilachados. 

Estas fragmentaciones no dan seguridad a los cuerpos con miedo, pánico y terror que necesitan refugiarse en guaridas o guetos para protegerse de los semejantes. 


¿Quién mantiene la seguridad y la ficción de una democracia igualitaria que no llega a construir ciudadanos cons- cientes del derecho la libertad de hacer lazo, a la convivencia digna en las diferencias y en la diversidad?


También nos preguntamos qué papel juega el cuerpo en la sinfonía de los objetos de consumo: el cuerpo condenado a consumir es el que da cuenta de prácticas sociales narcisistas, dando por resultado las llamadas patologías de época (bulimia, anorexia, ataques de pánico, adicciones, droga dependencia), donde el enfermar esta signado por la falta de contacto, el no sostén corporal, donde no hay espacio para el propio deseo, el símbolo, la palabra, sino que hay que estar situado deseo del otro, en el imaginario social propuesto por el conjunto. Hay que portar un cuerpo bello, joven y eterno que no está atravesado por la finitud, por el registro del dolor y de la enfermedad. En medio de la cultura del espectáculo, de una cultura fast food (que nosotros denominamos formación histórico- social fast food), la sexualidad se convierte en mero sexo, es decir, en una apología de las endorfinas.


Vivimos en una Torre de Babel globalizada, invadida de opiniones, sin cuerpo, sin verbo, vacía de cuerpos que se hacen verbo en un nosotros.

        
        Frente a este vaciamiento de sentido, el cuerpo aparece multiplicando los sentidos diversos, consumos, enfermedades, falta de símbolo (como afirma el filósofo francés Vermeren).


Es por eso que proponemos la recuperación del cuerpo sentido, de la envoltura de la piel grupal, de la mediación del símbolo, de la palabra, de la confianza en el otro, poder recuperar el contacto, sin poner al otro y al propio cuerpo como un objeto de competencia, consumo, amenaza, desecho, sino integrado a nuestro sistema educativo, social, espiritual. 


Frente a esto nos preguntamos si existen los cuerpos donantes, confiados, habilitados para el intercambio afectivo, para la reciprocidad del amor.


En este recorrido, queremos destacar que el cuerpo de Jesús ad- quiere una dimensión singular, la divinidad se encarnó en Él y habitó entre los hombres en un contexto histórico determinado para quedarse eternamente con diversos signos y símbolos también corporales. Hablar del cuerpo de Jesús, en referencia al prólogo del Evangelio de San Juan, nos remite al cuerpo habitado por el Espíritu Santo y ligado al Padre.


La imagen Trinitaria, en su expresión de relaciones y donación, nos da la perspectiva de cuerpos enlazados e individualizados, donados hasta el punto de crear a otro. Cuerpos en movimiento pericorético y kenótico donde la donación del amor es el móvil principal que genera una tendencia a entregarse en un ágape cristiano.


Frente a la imagen trinitaria, nos preguntamos si puede la vida trinitaria ser un modelo para el cuerpo social, una propuesta identitaria para el conjunto y para cada uno en particular. ¿Cuáles son las causas por la que el acontecimiento trinitario no está en el imaginario social? ¿Qué ha ocurrido que Dios está ausente en los vínculos? 


¿Será posible volver a mirar al Creador y contemplar que somos a su imagen y semejanza?
En este sentido, nuestra propuesta es atrevernos a dejarnos habitar por la Trinidad en nuestras prácticas: un estilo de vida trinitario no es simplemente reflejar la trinidad como algo externo, sino animarnos a entrar en la interioridad de su vida dejando que la gracia toque nuestras facultades, las de la sabiduría, las del amor, las del encuentro con el rostro del los otros.


Bibliografía


Ábalos, C. y Lobosco, M. (2013) Sujeto, enlace y diversidad en el siglo xxi. Congreso mundial AIEMPR: Asís.
Castoriadis, C. (2010) La institución imaginaria de la sociedad. Buenos Aires: Ed. Tuquets. [ 225 ]
Cambom, e. (2000) La Trinidad como modelo social. Buenos Aires: Ed. Ciudad Nueva.
Fernandez, V. (2010) Nociones básicas para pensar en la vida nueva. Buenos Aires: Ed. Agape.
Lobosco, M. (2013) Políticas educativas en Filosofía. Buenos Aires: Ed. Biblos. -(2014) El malestar de la Filosofía. Buenos Aires: Ed. Biblos.
Maldavsky, D. (1987) Teoría de las representaciones. Buenos Aires: Ed. Nueva
visión.
Matoso, e. (2011) El cuerpo, territorio de la imagen. Buenos Aires: Ed. Letra

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