Reflexiones acerca del seño de los pobres ,de Baudelaire


Por indicación de mi sobrino Sergio , un creativo ilustrado ,   lei y me pareció bueno compartir , este cuento de Baudelaire, "Los ojos de los pobres " , Digo por los que no se sienten interpelados , tocados ,por las necesidades ajenas , y no se ponen en el lugar del otro , como si se ponen en lugar de otros , algunos funcionarios , profesores , hermanos y amigos  Resulta,   qué cuando se inventaron los cafés en Francia


y los pobres miraban desde afuera , por los vidrios transparentes que no podían entrar y miraban azorados los cafés con ambientes cálidos , luminosos , calefaccionados , mientras ellos desde afuera , exclamaban que hermoso...que hermoso ..mientras no podían entrar y los que estaban adentro de los cafés se sentían mirados por esos pobres harapientos, que solo podían contemplar desde afuera el goce de tomar un café de los de adentro .

"Al anochecer, un poco fatigada, quisisteis sentaros delante de un café nuevo que hacía esquina a un bulevar, nuevo, lleno todavía de cascotes y ostentando ya gloriosamente sus esplendores, sin concluir. Centelleaba el café. El gas mismo desplegaba todo el ardor de un estreno, e iluminaba con todas sus fuerzas los muros cegadores de blancura, los lienzos deslumbradores de los espejos, los oros de las medias cañas y de las cornisas, los pajes de mejillas infladas arrastrados por los perros en traílla, las damas risueñas con el halcón posado en el puño, las ninfas y las diosas que llevaban sobre la cabeza frutas, pasteles y caza; las Hebes y las Ganimedes ofreciendo a brazo tendido el anforilla de jarabe o el obelisco bicolor de los helados con copete: la historia entera de la mitología puesta al servicio de la gula.Enfrente mismo de nosotros, en el arroyo, estaba plantado un pobre hombre de unos cuarenta años, de faz cansada y barba canosa; llevaba de la mano a un niño, y con el otro brazo sostenía a una criatura débil para andar todavía. Hacía de niñera, y sacaba a sus hijos a tomar el aire del anochecer. Todos harapientos. Las tres caras tenían extraordinaria seriedad, y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con una admiración igual, que los años matizaban de modo diverso.Los ojos del padre decían: «¡Qué hermoso! ¡Qué hermoso! ¡Parece como si todo el oro del mísero mundo se hubiera colocado en esas paredes!» Los ojos del niño: «¡Qué hermoso!, ¡qué hermoso!; ¡pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros!» Los ojos del más chico estaban fascinados de sobra para expresar cosa distinta de un gozo estúpido y profundo."

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