Jornadas de Política Educativa en Filosofia, a partir del libro “Espectros de Filosofia/ los Estados Generales de la Educacion Filosofica y su intervencion en la Vida Democratica (2016)

Permítanme comenzar estas Jornadas con una confesión ajena, pero que expresa algunos momentos –no todos– de mi existencia cuando no me entrego al acontecimiento. Dice Derrida (2000: 1) en Estados de Ánimo del Psicoanálisis:
Primera disgresión, en tono de confidencia. Si digo de repente, en dirección a ustedes pero sin destinatario identificable: “Sí, sufro cruelmente”, o aun: “Se los hace o se los deja cruelmente sufrir”, o incluso: “Ustedes la hacen o lo dejan cruelmente sufrir”, hasta: “Yo me hago o me dejo sufrir cruelmente”, bueno, estas variaciones gramaticales o semánticas, estas diferencias entre hacer sufrir, dejar sufrir… dejar…hacer… estos cambios de persona –podría haber otros, en singular o en plural, en masculino o en femenino, “nosotros”, “ustedes”, “él”, “ellos”, “ella(s)”–, estos pasajes a formas más reflejas (“yo me hago o me dejo cruelmente sufrir”, “tú te haces o te dejas sufrir cruelmente”, etcétera), todas estas modificaciones posibles dejan un adverbio intacto, una invariante que parece, de manera definitiva, calificar un sufrimiento, a saber, la crueldad: “cruelmente”.
A lo largo de estas frases, en todas estas posiciones, “cruelmente” no cambia. Como si entendiéramos el sentido de esta palabra. Fiándonos de este “como si”, hacemos como si nos pusiéramos de acuerdo sobre lo que quiere decir “cruel”. Ya sea que asignemos a la palabra crueldad su ascendencia latina, es decir, una tan necesaria historia de la sangre derramada (cruor, crudus, crudelitas), del crimen de sangre, de los lazos de sangre, o que la afiliemos a otras lenguas y a otras semánticas (Crausamkeit, por ejemplo, es la palabra de Freud)

Esta confesión me hace realizar otra: presiento la ausencia de una voz que hasta ahora me resultó indispensable. Comprenderán que me refiero a mi primer Maestro, Enrique Hernández. Dice Foucault (1969) de su Maestro Hyppolite de su influencia y yo digo con un poco de presunción, salvando la diferencia geográfica y simbólica del mio) : “Me acerqué a todo esto por él siendo muy chico, con apenas 16 años; despertó algo que legó, descubrí que era este mi faro, desde donde quería leer el mundo”.
Toda nuestra época, agrega Foucault, trataba de librarse de Hegel. Igualmente toda nuestra época quería apropiarse de los paradigmas foráneos, extranjeros, librándonos de lo nuestro para recuperar, en las voces que no aparecen en los claustros académicos, nuestra experiencia.
Fuimos a encontrar afuera (en nuestro caso en las universidades extranjeras) la tarjeta de crédito que nos habilitaba a una normalidad filosófica diferente. Aquellos brillantes pensadores, paradojalmente, nos hicieron pensar en recuperar lo nuestro, nuestros núcleos ético- míticos, desde una dialéctica entre lo universal y lo particular, entre el mundo y América Latina.
Y pensar desde Latinoamérica a él y desde una dialéctica entre lo universal y lo particular latinoamericano sufriente, a mí. Siempre a favor de los excluidos, los condenados de la tierra –como afirma el prólogo de Sartre en el libro de Fanon–, los enfermos, los migrantes… consecuencia, todos ellos, de un sistema de producción que no deja reproducir condiciones dignas de reproducción social.
Asimismo, permítaseme agradecer al Maestro Lic. Alfredo Grassi, ex Director de un Programa del Conicet. Él ha sido un apoyo moral imprescindible, de gran excelencia académica, con una sensibilidad afectiva inigualable y que creyó (cuando nadie lo hacía) en el Proyecto de Olimpiada Argentina de Filosofía, creado por el suscripto con derechos de autor registrado y bajo el “ala protectora” de Alfredo Grassi, del Maestro Gregorio Weinberg y Enrique Hernández, sin quienes esta empresa no hubiese sido posible.
Tuve el honor de conocer a través de mi maestros y amigos, Enrique Hernández y Gregorio Weinberg, a quien fuera profesor nuestro y maestro de la historia de pensar lo propio generando una masa crítica (que, en definitiva, es el intento de la Olimpiada Argentina de Filosofía) el Maestro Dr. Honoris causa de varias universidades, Enrique Dussel, quien nos enseñó, entre otras muchas cosas, a dejarnos interpelar por el dolor de los vulnerables. Y sumo en este listado de excelencia, al Maestro y Dr. Honoris causa de la Universidad de Buenos Aires y Director del Departamento de la Universidad de París 8 (Francia), el filósofo francés Patrice Vermeren.

Gracias a Enrique Hernández, conocí a otro gran Maestro, al Dr. Gregorio Weinberg, quien fuera otro profesor nuestro y maestro de la historia  a la hora de pensar lo propio (ese es el intento de la Olimpiada Argentina de Filosofía, creada por el suscripto).

También, la providencia me permitió conocer al Maestro Dr. Honoris causa de varias universidades, Enrique Dussel, quien nos enseñó a dejarnos interpelar por el dolor de los vulnerables, y al gran filósofo francés Patrice Vermeren, quien nos hizo transitar el aprendizaje de trabajar investigación de alto nivel unida a la docencia.
También me permitieron aprender, investigar y enseñar el grupo de Teoría General de Filosofía del Derecho (Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires), desde el liderazgo académico del maestro y  iusfilósofo, Dr. Carlos Carcova, quien nos ha mostrado y enseñado su valor ante situaciones existenciales adversas y nos ha señalado, de manera muy lúcida subvirtiendo epistemológicamente, la visión “naturalizada” del Derecho, desde la matriz opaca y semiológica bajo una formación histórico-social. Quiero nombrar, también, a la Dra. Alicia Ruiz que, con sus paradojas y aportes, nos ha llenado de perplejidad con su inteligencia llena de ideas; al Dr. Claudio Martiniuk, su brillantez no oculta la tragedia de la existencia, cuyo origen se encuentra en nuestro añorado Maestro Dr. Enrique Mari, otro de los fundadores de este Holzwegue jurídico.
No he de olvidarme de nuestra querida amiga y formidable teórica y funcionaria Dra. Norma Costoya, de la iusfilósofa Alicia Farinati ni de la Dra. Andrea Danas, poseedora de una inteligencia profunda y una afectividad hospitalaria que la han convertido en una excelente compañera de ruta.

Estas jornadas pueden realizarse gracias al apoyo de la Universidad de Buenos Aires, al ex Decano de Filosofía y Letras, epistemólogo de proyección internacional y Presidente de la Olimpiada Argentina de Filosofía, Dr. Félix Schuster, como así también al Secretario y politólogo Mg Oscar García, que añadió a la investigación y capacitación a los docentes, la intervención en la Extensión Universitaria de las diferentes Facultades, es decir, las prácticas sociales educativas.

Junto a todos ellos, hemos conformado el equipo de la Olimpiada Argentina de Filosofía: Lic Virginia Schagen, (cuyo predecesor fue el excelente profesor Eduardo Bianchini), la ahora Becaria de la UBA, profesora Celeste Vecino, la profesora  y tesista latinoamericanista Lorena Marcos, a María Inés Bello (sin olvidarnos de la licenciada Alicia Segal), Ana Inés Dutari y nuestro diseñador, Sergio Lobosco.


No lo tenemos a Hernández, no podemos olvidarlo ni olvidar las huellas que nos deja la presencia de su ausencia (como él mismo afirmaba de Vasallo en Argentina y de Braudel en Francia. Su memoria, que se ha convertido en una idea reguladora de nuestra praxis histórica, nos permite hablar de un derecho a la filosofía, a pensar con el otro y generar un nosotros no excluyente.

Buscamos en este nuevo emprendimiento los lazos vivificantes que implica la traducción: interpretar la experiencia del otro, condición sine qua non para generar una verdadera alianza con el otro pues, como ya enunciamos en Sujeto, enlace y diversidad, con la psicoanalista Claudia Ábalos y el que suscribe:
“Entendemos por lazo social, aquel enlace que se funda en un encuentro signicativo, lo que provoca un acontecimiento- subjetivo que produce a una huella o marca. El encuentro es la base de la vincularidad y, por lo tanto, del lazo. Hablar de vínculo no es sinónimo de contactos multipersonales como ocurre en el caso de las redes sociales o en los no lugares, al decir de Marc Augé”

Además, como afirma la eminente filósofa e historiadora del pensamiento latinoamericano, la Dra. Clara Jalif de Bertranou (por cierto, muy amiga de Enrique Hernández y de Enrique Dussel), en Semillas del tiempo (2001):
Con tal motivo, ha pretendido una filosofía de carácter eminentemente “práctica”, al modo como Juan  Bautista Alberdi la enunció en su famoso Curso de filosofía de 1840, quien formuló la necesidad de una filosofía en relación con sus funciones sociales y su papel en el desarrollo de la civilización. O en el Fragmento preliminar al estudio del Derecho, de 1837, Alberdi formula «tener una filosofía, es tener una Nación”. Sin embargo, es conocido en Argentina, como el autor de las Bases y no como afirma Leopoldo Zea el primer filósofo latinoamericano, en la de Filosofía del Derecho.

Finalmente, dedicamos estas iv Jornadas de Política Educativa en Filosofía “Gregorio Weinberg” al insigne Maestro latinoamericano Enrique Hernández, con quien caminamos la búsqueda de Verdad y Justicia como idea reguladora de nuestra praxis histórica, colectiva, para que cada uno vaya encontrando, en su interior, su programa de práctica teórica e intervención política , para recuperar al otro, que es una forma de recuperarnos a nosotros mismos y de recuperarse a sí mismo, en la búsqueda de una ética de la autenticidad y de un campo popular que recupere nuestra dignidad devaluada.

Y
Bibliografía

Derrida, J. (2000) Estados de ánimos del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Foucault, M. (1969) “¿Qué es un autor?”, Bulletin de la Société francaise de philosophie, Francia, año 63, N° 3.
Jalif de Bertranou, C. (2001) Semillas en el tiempo. Argentina: Universidad de Cuyo.

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Teogonia Nix Rou

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